La guerra disputada en Siria, ha revivido el interés por las armas químicas. Son bautizadas como las “bombas nucleares de los pobres”
Estas bombas requieren una inversión
relativamente baja y pueden provocar efectos psicológicos.
Las armas químicas modernas se
introdujeron durante la Primera Guerra Mundial, con la intención de acabar con
el estancamiento de la guerra de trincheras y convirtieron los campos de
batalla de toda Europa en un auténtico matadero.
Su imprevisibilidad indiscriminada, junto con efectos horribles, las convierte en eficaces armas del miedo.
Su imprevisibilidad indiscriminada, junto con efectos horribles, las convierte en eficaces armas del miedo.
Las más usadas son: Novichock-5,
gas VX, sarín, gas mostaza y el fosgeno.
Un ataque químico puede no provocar lesiones físicas externas, ni
quemaduras en la piel, pero sí signos de asfixia, dificultad respiratoria,
afectar al sistema nervioso, dolor de garganta, conjuntivitis, tos y un sinfín de
penalidades.
En ataques recientes no se ha
visto utilizar antídotos ni descontaminantes potentes, sino tan solo agua o
agua junto con detergente. Para los expertos, esto no es suficiente ni de
lejos. Para una descontaminación correcta haría falta antídotos especiales.
La ONU teme que los países en
conflicto usen este tipo de armas biológicas no solo por la cantidad y rapidez
de mortalidad que provocan, sino también porque su uso conlleva un contagio
masivo entre los individuos que intentan ayudar a los afectados. Esto es mucho
más peligroso que una bala.
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