Un día cualquiera, unos niños da igual de donde, están en el colegio jugando con sus amigos y estudiando, mal o bien, pero felices al fin y al cabo con lo cotidiano
Pero un mal día, por razones políticas o quien sabe que, la vida se trastoca. De repente estalla un conflicto bélico, todo se vuelve un caos. Ciudades enteras son enterradas bajo los escombros de casas, colegios y hospitales. Estos niños que ya de primeras son afortunados, porque han conseguido salvar la vida, sienten que la vida les ha cambiado de un momento a otro. Ya no pueden ir al colegio, ni estudiar, ni tampoco medianamente jugar. No pueden al fin y al cabo ser felices.
Familias enteras tienen que abandonar
las zonas de conflicto casi con lo puesto y contando que tengan algo de dinero
para poder escapar de todo este horror.
Los niños son abocados a andar
durante largos días o meses, igual que si fueran personas adultas, sin tener o
teniendo en cuenta, de que sus cuerpecitos son más frágiles y de menor resistencia.
Consiguen llegar a una playa seguramente
de un país limítrofe y allí son metidos en unas lanchas neumáticas, gestionadas
por mafias sin escrúpulos, que hacen dinero a cuenta de la desgracia humana,
casi como si fueran ganado, a la aventura de vivir o morir “otra vez”.
Si por fin consiguen llegar a una
playa del Sur de Europa, allí serán en principio atendidos muchas veces por
voluntarios, como bomberos, socorristas, sanitarios, con el único pago de su
vocación.
De allí son trasladados a un
centro de refugiados donde ya creen que lo han conseguido todo. Pero no, otra
vez les llegan las penurias, ven que de allí es casi imposible salir.
Lo que ocurre es que los países
llamados desarrollados, por cuestiones de prestigio político para conseguir el
mayor número de votos, prometen atender a estos refugiados. Repartirlos por
todos los países que han llegado a un acuerdo, pero …… la realidad no ha sido
así, meses después, ya podríamos hablar de algún que otro año, estos niños
siguen hacinados en estos campos de refugiados, con el único propósito del día
a día poder subsistir.
Las guerras son largas y cada vez
son más y más los refugiados.
El caso es que en pleno siglo XXI, tenemos millares de
refugiados de guerra o políticos, habiéndose jugado la piel junto a sus niños, en campamentos de
refugiados y verdaderamente la imagen que dan es desoladora. Sobran
comentarios.
Estos niños, aunque consigan
llegar a un país, ser instalados en una casa y un colegio, que difícil lo
tienen, jamás tendrán la mirada de inocencia y alegría que debe desprender un
niño. Su alma tiene que estar rota ante tanta desgracia vivida.
Así lo piensa y ve una humilde
ciudadana, que da gracias, que sus hijos y familia no han tenido que vivir este
horror.
¡Pobres niños inocentes!
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