miércoles, 15 de marzo de 2017

Los inocentes de Siria




Un día cualquiera, unos niños da igual de donde, están en el colegio jugando con sus amigos y estudiando, mal o bien, pero felices al fin y al cabo con lo cotidiano



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Pero un mal día, por razones políticas o quien sabe que, la vida se trastoca. De repente estalla un conflicto bélico, todo se vuelve un caos. Ciudades enteras son enterradas bajo los escombros de casas, colegios y hospitales. Estos niños que ya de primeras son afortunados, porque han conseguido salvar la vida, sienten que la vida les ha cambiado de un momento a otro. Ya no pueden ir al colegio, ni estudiar, ni tampoco medianamente jugar. No pueden al fin y al cabo ser felices.

Familias enteras tienen que abandonar las zonas de conflicto casi con lo puesto y contando que tengan algo de dinero para poder escapar de todo este horror.

Los niños son abocados a andar durante largos días o meses, igual que si fueran personas adultas, sin tener o teniendo en cuenta, de que sus cuerpecitos son más frágiles y de menor resistencia.

Consiguen llegar a una playa seguramente de un país limítrofe y allí son metidos en unas lanchas neumáticas, gestionadas por mafias sin escrúpulos, que hacen dinero a cuenta de la desgracia humana, casi como si fueran ganado, a la aventura de vivir o morir “otra vez”.

Si por fin consiguen llegar a una playa del Sur de Europa, allí serán en principio atendidos muchas veces por voluntarios, como bomberos, socorristas, sanitarios, con el único pago de su vocación.

De allí son trasladados a un centro de refugiados donde ya creen que lo han conseguido todo. Pero no, otra vez les llegan las penurias, ven que de allí es casi imposible salir.

Lo que ocurre es que los países llamados desarrollados, por cuestiones de prestigio político para conseguir el mayor número de votos, prometen atender a estos refugiados. Repartirlos por todos los países que han llegado a un acuerdo, pero …… la realidad no ha sido así, meses después, ya podríamos hablar de algún que otro año, estos niños siguen hacinados en estos campos de refugiados, con el único propósito del día a día poder subsistir.

Las guerras son largas y cada vez son más y más los refugiados.

El caso  es que en pleno siglo XXI, tenemos millares de refugiados de guerra o políticos, habiéndose jugado la piel junto a sus niños, en campamentos de refugiados y verdaderamente la imagen que dan es desoladora. Sobran comentarios.

Estos niños, aunque consigan llegar a un país, ser instalados en una casa y un colegio, que difícil lo tienen, jamás tendrán la mirada de inocencia y alegría que debe desprender un niño. Su alma tiene que estar rota ante tanta desgracia vivida.

Así lo piensa y ve una humilde ciudadana, que da gracias, que sus hijos y familia no han tenido que vivir este horror.

¡Pobres niños inocentes!

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