“Cataphiles”, se llama así a las personas apasionadas de las catacumbas
Alrededor de unas 300 personas al
mes acceden de forma totalmente ilegal, a los más de 250 kilómetros de redes
subterráneas que recorren la bella París. Los “Cataphiles” lo hacen a través de
entradas escondidas en edificios y calles de la ciudad. Allí dedican parte de
su tiempo al arte, a las fiestas, a los ritos o a la exploración.
Días atrás dos adolescentes de 16
y 17 años entraron al subsuelo de la capital francesa y permanecieron dentro de
éste durante tres largos días. No se sabe como saltó la alarma, pero los servicios
de seguridad iniciaron un operativo de rescate para dar con ellos que duró más
de 4 horas y en él participaron perros rastreadores. Cuando los encontraron
estaban ilesos, pero presentaban un cuadro severo de hipotermia. Las
temperaturas de los pasillos de estas antiguas cámaras funerarias pueden llegar
a los 15 grados centígrados.
Las personas que custodian las
catacumbas son los “catapolicías”. Su misión es controlar a estos exploradores.
Desde 1955 debido a los riesgos que supone recorrer esta red subterránea, se
prohibió la entrada al público. Los “Cataphiles”, reivindican el extraño placer
de recorrer y apropiarse de esos estrechos pasajes húmedos y galerías oscuras,
pero para vigilar la ley y el orden se creó el nuevo equipo de policías ya
mencionado.
Las catacumbas parisinas nacieron
de unas minas de piedra y caliza que fueron explotadas desde la época
galo-romana hasta el 1813. Estas minas permitieron la construcción de París. Al
principio estaban al aire libre, antes de que la industrialización galopante hiciera
que sus galerías subterráneas quedaran recubiertas con calles y viviendas. En
el siglo XVIII estas canteras fueron transformadas en el depósito de millones
de restos humanos. Durante la ocupación nazi de París, las catacumbas fueron usadas
por la Resistencia francesa. El acceso a las catacumbas está prohibido, excepto
al museo donde están depositados los huesos de unos 6 millones de parisinos.
Hace unos cuantos años los “catapolicías”
irrumpieron en una fiesta clandestina que congregaba a unas 300 personas.
Este fenómeno de explorar el
mundo subterráneo de “la bella París” ha aumentado con internet. En blogs y
redes sociales los amantes de las catacumbas cuentan anónimamente sus aventuras
y descubrimientos, alimentando el misterio que provoca este inframundo que
existe bajo la Ciudad de la Luz.
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