Decía William Shakespeare, que es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada
Sonreír nos produce mucho bienestar y es la mejor solución para hacer
frente a cualquier estado de ánimo. ¿Crees que sonríes lo suficiente? ¿Cuántas
veces lo haces a lo largo del día?
Dulce, sincera, falsa, pícara. Nuestra sonrisa es la expresión más sutil y
compleja que existe, es otro tipo de lenguaje, de expresar lo que cada uno
pensamos o sentimos incluso cuando no decimos nada.
Un neurólogo francés Duchene de
Boulogne afirmó que en una sonrisa falsa, solamente se emplean los músculos de
la boca y los labios, en cambio en una sonrisa sincera, verdadera, también se
emplean los músculos cercanos a los ojos.
Cuanto más conocemos a la persona que tenemos frente a nosotros mejor
sabemos lo que quiere decirnos con su sonrisa.
Hay sonrisas de
muchos tipos:
En la sonrisa cómplice, no
siempre se muestran los dientes pero se muestra una mirada diferente y habla de
una historia en común, una relación estrecha.
La sonrisa de bienvenida
muestra una sonrisa amplia, sincera y educada.
En la seductora, la intensa
mirada y la sonrisa juegan un papel común y crucial. Todo el mundo entiende
este tipo de sonrisa.
La sonrisa incómoda no se asocia
al placer. Es la respuesta a una situación incómoda. Sonreímos para tomar el
control de una situación.
Sobre la sonrisa confiada, se
trabaja por parte de muchas personas su manera de sonreír. Hacerlo de esa
manera les hace sentirse más seguros y se obligan a mirar hacia el frente de
manera positiva.
Sonreír también nos permite
controlar situaciones de estrés y adaptarnos mejor a nuestros cambios en la
vida.
Y está, la que todos sabemos que
no es la mejor, la sonrisa fotográfica, esa que cuando nos van a sacar una foto.
Es una sonrisa forzada y muy amplia.
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