Muchos grandes maestros de las artes marciales coinciden en que con el paso del tiempo interactúan con la realidad exterior que rodea al que las practica
La filosofía de las artes
marciales es entender que cualquier practicante lucha por superarse a sí mismo,
debe vivir y actuar como un ser humano ejemplar y que
un arte marcial no es una secta, ya que no buscan la sumisión a un líder, sino
que ofrecen a sus practicantes un camino para mejorarse a sí mismos.
Para practicar las artes
marciales, se requiere siempre de una gran vocación y pasión, algo que en
occidente no es tan apreciado como en oriente. La mente del principiante debe
estar abierta siempre a aprender cosas nuevas, nunca hay que dejar de creer que
ya no hay nada por aprender.
Representan un largo camino, que
hay que comprender y también hay que manejar una cantidad considerable de
técnicas más o menos elaboradas de “defensa personal”. Para esto se requiere y
se gana en el constante crecimiento personal y el autoconocimiento físico,
incluso orgánico, del cuerpo (posibilidades, límites, coordinación motora,
reflejos, elasticidad, resistencia física, así como en lo intelectual y
espiritual, se desarrolla lo más íntimo en la persona, su fuerza de voluntad,
su moral y otros aspectos más personales).
Las Artes Marciales son mucho más
que un deporte. Es una aventura personal, como la vida propia y se requiere de
un gran trabajo.
El viejo código moral de los
samurái, hablaban de la honradez y justicia, valor heroico, compasión,
cortesía, honor, sinceridad absoluta, deber y lealtad. Valores a ejercer ante
sus superiores y ante el resto de las personas y colegas. Estos valores son
aplicables en el día a día.
La verdad es que practicar las
artes marciales es una forma de vivir, que no cabe duda, que llevada a su
esencia, nos haría a todos, mejores personas.
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