Año tras año la misma situación. Nos subimos a la báscula y ¡ahhh, socorro!, ¡sensación de pánico!
Irina Shayk |
¡Qué bien estamos durante el
invierno embutidos en nuestra ropa! No se nos notan casi nada nuestros pequeños
defectos que vamos rellenando cada día del invierno, las comidas de Navidad,
esos chocolates con churros en las frías tardes de invierno en buena compañía,
esos estupendos cocidos que nos preparan nuestras madres con tanto amor y
tantos sacramentos, que mira que están buenos. Lo comemos y con mucha alegría,
por cierto, pero cuando empiezan a despuntar las bonitas flores de primavera,
también lo hacen nuestros temores….
¿Ya entraré en mi estupendo
bikini del año pasado? ¿Y ese pantalón un poquito ajustadillo que tanto me
gusta?
Te lo pruebas, con mucha
precaución, en previsión de las consecuencias, y ¡horror!, no cabes. ¿Qué hago
ahora?
De repente todo es un sin vivir.
Nos ponemos a buscar dietas en la web, nos compramos todos los productos
disponibles para estos menesteres en la farmacia, dejamos de desayunar, de
cenar, en definitiva que nos matamos de hambre durante una pequeña temporada.
Después de esta temporadita, amarga por cierto, te vuelves a probar tus prendas
favoritas y ¡aleluya!, vuelves a embutirte en la ropa. ¡Qué alegría!
Después del mencionado calvario,
salimos a primera línea de playa con nuestro bikini, flamantes, por supuesto, y
ahí vuelve empezar el círculo vicioso. Nos vamos al chiringuito de playa,
nos tomamos nuestras cervecitas correspondientes y por supuesto la estupenda
paella con vistas al mar, los espetos, las tapas (los viajeros del sur), los
pintxos (los viajeros del norte), y así
estamos ya preparando nuestra próxima operación bikini del año que viene.
¡¡Nos rellenamos para volvernos a 'desrellenar'!!
¡¡Qué locura!!
¡¡Qué locura!!
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